El Maccabi de Tel Aviv ―una máquina de hacer baloncesto que amenaza con imponer una nueva dinastía dominadora al estilo de la Cibona o la Jugoplastika durante los años 80 y 90― reeditó de forma merecida su título de campeón de la Euroliga al imponerse al Tau Cerámica por 90 a 78, de la mano de un gran Šarūnas Jasikevičius (22 puntos, 6 rebotes y 5 asistencias), que en el plano personal se convirtió en el primer jugador que logra este torneo por tercer año consecutivo. Luis Scola, autor de 21 puntos, fue el mejor de un Tau Cerámica maniatado por la excelente defensa del Maccabi y que echó en falta una mayor aportación de Arvydas Macijauskas, que, sometido a un marcaje agobiante, apenas pudo lograr 13 puntos con una única canasta de campo. El dominio amarillo también se vivió en las gradas, con 7.000 aficionados del Maccabi frente a apenas 600 del equipo vasco (aunque “aliados” con los seguidores del Panathinaïkós).

El campeón israelí, que presentó su candidatura al título a lo largo de la competición gracias a un juego espectacular y tremendamente ofensivo (máximo promedio anotador de la Euroliga), empezó a inclinar la final de su lado tras un primer cuarto jugado con rapidez, inspiración, inteligencia y efectividad. El Maccabi, un equipo curtido en mil batallas, derrochaba confianza por los cuatro costados, y ante esto el Tau Cerámica apenas pudo plantar batalla. Por momentos, el cuadro basconista pareció pagar el esfuerzo que supuso la eliminación en semifinales del todopoderoso CSKA, y empezó a notar la presión que esto suponía. Todo lo que en semifinales habían sido aciertos y selección de tiro por parte de los hombres de Duško Ivanović se convirtió ahora en balones perdidos y lanzamientos fallidos, producto de los nervios y la precipitación. No sólo el estadounidense Maceo Baston y el lituano Šarūnas Jasikevičius martilleaban el aro vitoriano sin compasión, sino también el suplente Nestoras Kommatos con sus triples, y poco a poco el Maccabi fue abriendo diferencias en el marcador (6-5; 12-5; 21-11). El dominio del conjunto israelí no sólo se plasmaba en un ataque pleno de efectividad, sino en una defensa seria y contundente. Pini Gershon planteó defensas muy variadas durante todo el partido que sus jugadores ejecutaron a la perfección. Macijauskas no podía siquiera levantarse para lanzar, Scola recibía en pocas ocasiones, Dávid no parecía estar sobre la pista y las penetraciones de los hombres exteriores estaban muy limitadas. Al final de un primer cuarto dominado claramente por el equipo macabeo, el parcial de 26-15, si bien no era definitivo, sí resultaba sintomático de la actitud de ambos equipos.

El panorama del partido apenas cambió durante el segundo cuarto. El Maccabi siguió manteniendo sus excelentes porcentajes de tiro (anotó seis triples seguidos sin un solo fallo), aunque la garra y el espíritu combativo del Tau Cerámica le permitió superar momentos anímicos clave (máxima desventaja de dieciséis puntos, 36-20) y aferrarse al encuentro en espera de tiempos mejores. El equipo de Duško Ivanović se marchó al descanso con una desventaja de once puntos (50-39), aunque con el convencimiento de que aún había partido, ya que el Maccabi no podía mantener el mismo ritmo anotador durante todo el encuentro.

Al comienzo del tercer cuarto, el equipo vitoriano dejó los nervios y la desconfianza en el vestuario y la final cobró otro color. La cuarta personal de Burstein, un perro de presa sobre Macijauskas, abría una nueva puerta a la esperanza, aunque el lituano del Tau Cerámica seguía sin tener su día e incluso fallaba tiros libres. La diferencia se mantenía gracias a los triples de Jasikevičius y compañía, pero la situación era muy diferente. Después de haber estado al borde del precipicio durante una fase de claro dominio macabeo, el Tau Cerámica resurgió de sus cenizas con una casta admirable para poner el título en el alero al final del tercer cuarto (65-62).

El partido entró desde ese momento en una fase más igualada, aunque el cuadro basconista comenzó a pagar el esfuerzo que supuso remontar tanta desventaja y no logró ponerse por delante en el marcador. A falta de cinco minutos, el título aún no estaba decidido (72-66), aunque el Maccabi seguía anotando con relativa fluidez y en momentos clave, y ante esto el Tau Cerámica siempre se veía a remolque. El partido pudo estar en manos de Macijauskas, que por fin consiguió levantarse con relativa claridad desde más allá de los 6,25. Lo hizo en dos ocasiones… y falló. Los nervios y la precipitación comenzaron a hacer mella en el cuadro basconista, los rebotes se escapaban de las manos y el paso de los minutos jugaba en su contra. En los instantes finales, el conjunto macabeo sacó toda su casta de campeón y dejó claro que había venido a Moscú para ganar el título. Ante el atasco ofensivo del Tau Cerámica, Jasikevičius y Parker, dos jugadores que no perdonan, anotaron para elevar la renta de nuevo a doce puntos, con sólo tres minutos por jugarse (78-66). La final y el título quedaron ya sentenciados a favor del Maccabi, cuyos seguidores comenzaron a celebrar la victoria en las gradas.