En un partido en el que el Maccabi de Tel Aviv partía como claro favorito, por historia reciente —campeón en las dos últimas ediciones—, potencial y apoyo de sus aficionados (casi 10.000 seguidores macabeos poblaban las gradas del Sazka Arena), el CSKA de Moscú ha vuelto ha proclamarse campeón de Europa, 35 años después de la conquista de su último entorchado continental. El equipo ruso ha puesto fin a la hegemonía del Maccabi ganando por 73-69, en un encuentro muy intenso y controlado casi siempre por el conjunto entrenado por Messina. Su gran defensa, que asfixió a las grandes estrellas israelíes, y el talento y oportunismo de los enormes Theo Papaloukas (MVP de la Final Four) y David Vanterpool, decantó una balanza que el Maccabi se empeñó hasta el final en equilibrar.
De esta forma, el millonario (en fichajes) equipo ruso ha puesto fin a su maleficio en la Final Four de la Euroliga, ronda que había alcanzado durante los últimos cuatro años pero en la que siempre había caído en semifinales. Uno de los principales artífices de este éxito es el entrenador italiano Ettore Messina, que ha sabido inculcar en sus hombres una mentalidad ganadora y una gran capacidad defensiva. En el bando de los perdedores, el Maccabi se queda a un paso de hacer historia, ya que de haber conquistado su tercera Euroliga consecutiva habría igualado el récord de la mítica Jugoplastika y del histórico ASK de Riga. Los de Tel Aviv no ofrecieron el mismo juego fantasioso de la semifinal ante el Tau Cerámica y cayeron constantemente en la tela de araña defensiva del CSKA de Moscú, que atrapó a las grandes estrellas amarillas. Ni Vujčić, ni Parker, ni Baston estuvieron a la altura esperada, incapaces de romper la muralla rusa. Ni siquiera Solomon, que firmó 20 irreales puntos y comandó un ataque precipitado y errático.
Tras la exhibición del Maccabi en semifinales ante el Tau Cerámica, pocos apostaban por el CSKA en la final. Sin embargo, desde el comienzo el cuadro moscovita llevó el mando del partido, pese a un parcial inicial de 0-7 del conjunto israelí. Un tiempo muerto de Ettore Messina fue la antesala de un nuevo parcial de 7-0, en esta ocasión favorable al CSKA, que equilibraba el marcador (7-7, min. 6). La clave de esta reacción fue un ajuste defensivo introducido por Messina, especialmente con la entrada en pista del “reserva” de lujo Theo Papaloukas y el trabajo en la zona de Aleksej Savrasenko y el belga Tomas van den Spiegel. A los ocho minutos el CSKA se colocaba por primera vez por delante en el marcador (12-11), y aunque al final del primer cuarto se llegaba con empate a 18, la superioridad moscovita, basada en su asfixiante defensa, comenzada a quedar ya de manifiesto.
El CSKA aplicó una nueva vuelta de tuerca a su defensa al comienzo del segundo cuarto, y el ataque del Maccabi comenzó a espesarse de forma preocupante. Prueba de ello es que Anthony Parker, el MVP de la Euroliga en la Fase Regular, tuvo que esperar hasta el minuto doce para anotar sus dos primeros puntos. Ante la desesperación de Pini Gershon, la ventaja moscovita fue aumentando durante este periodo hasta situarse en diez puntos (35-25, min. 19), aunque el Maccabi reaccionó con un parcial de 0-5 que le permitió reducir las diferencias al descanso (35-30).
Tras la reanudación, David Vanterpool asumió la responsabilidad ofensiva en el CSKA, lo que llevó a su equipo a s0brepasar la barrera de los diez puntos de ventaja (42-31 y 44-33, min. 23). El Maccabi se veía incapaz de superar la fuerte defensa moscovita, aunque en el minuto 26 encontró una vía de penetración tras la tercera falta personal de Matjaž Smodiš. Messina se vio obligado a sustituir al internacional esloveno, un auténtico “Sansón” bajo los tableros, y los que más lo agradecieron fueron Jamie Arnold y Nikola Vujčić, quienes, mucho más liberados, pusieron a su equipo a sólo dos puntos (48-46). El técnico italiano del CSKA no tuvo más remedio que poner de nuevo en pista a Smodiš, pero para entonces el Maccabi estaba ya lanzado y al término del tercer cuarto se llegó con mínima ventaja del equipo ruso (49-48).
En el último y definitivo periodo del partido, el Maccabi consiguió finalmente ponerse por delante en el marcador (56-58, min. 34), y la euforia se desató entre los aficionados macabeos que teñían de amarillo las gradas del Sazka Arena. Pero el CSKA, consciente de que su principal arma para lograr la victoria era la defensa, no se descompuso y siguió basando su juego en la presión defensiva, a la espera de que Langdon y Vanterpool afinaran su puntería desde el perímetro y, sobre todo, de que Smodiš se mantuviera en pista el mayor tiempo posible. Estas premisas se cumplieron, de forma que el CSKA logró llegar con cinco puntos de ventaja (64-59) y posesión de balón a falta de tan sólo 1’39’’ para el final del partido. Dos tiros libres de Papaloukas situaron la ventaja en 66-59 dentro ya del último minuto. Al Maccabi, con un quinteto de jugadores bajos para intentar imprimir más velocidad, no le quedaba ya más solución que provocar faltas personales para detener el crono (pese a estar ya dentro del bonus) y buscar a la desesperada los lanzamientos triples. Entre Solomon y Arnold apretaron el marcador a sólo dos puntos (71-69) a falta de 5,8 segundos, pero Langdon no perdonó desde la línea de tiros libres y certificó la victoria del CSKA.
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