Final EuroLeague 2010: Un Barcelona imperial no encuentra rival y gana su segunda Euroleague

El Real Madrid no fue rival para un Barcelona que venía de perder un solo partido en todo el año. Esta temporada los blaugranas estaban un paso por delante de los madrileños y en esta serie de cuartos de final se noto desde el principio, (3-1) para el Barcelona.

El Maccabi sufre una de las sorpresas del año porque caen por (1-3) a manos de un jovencísimo pero especialmente preparado Partizan. Los serbios daban muestras de un gran desparpajo y nada que perder que les permitió clasificarse 18 años después a una final four.

El CSKA de Moscu otro año más no iba faltar a su cita anual con la final four, aún a pesar de la resistencia del Caja Laboral. Los de Baskonia intentaron competir pero los rusos ganaron con otro claro (3-1).

El Olympiacos tampoco tuvo especial dificultad para eliminar a un Asseco Prokom, al que ya solo por estar a estas alturas de temporada era un verdadero éxito para ellos. Los griegos con una plantilla realmente estelar no tuvieron con (3-1) de balance problema alguno con el campeón polaco.

La final four empezó con emociones fuertes porque el Partizan haciendo honor a su condición de equipo revelación le puso las cosas muy difíciles al Olympiacos. Tal fue así que se tuvo que esperar al final de una apasionante prórroga para conocer al vencedor. La dirección de McCalebb, la versatilidad de Vesely y el buen hacer en las zonas de Maric convirtieron a los serbios en un rival terrible pero al final pesaron más el juego de las estrellas del Olympiacos, Kleiza, Childress o Teodosic.

En la otra semifinal el Barcelona jugó sus cartas ante un rival que llevó el partido a un ritmo lento y defensivo para intentar llevar el juego lo más igualado posible. Pero este Barcelona era un equipo muy potente que a pesar de las trabas se hizo con las riendas del partido y a partir del segundo cuarto cogió ventajas que ya nunca abandonó hasta el pitido final.

Tras realizar una temporada excepcional, tanto en competición nacional como internacional, el FC Barcelona ha conquistado la Euroligay ha demostrado —no sólo sobre el papel, sino también sobre la pista— que en la actualidad es el mejor equipo de Europa. Por ironías del destino, el conjunto azulgrana ha logrado su segunda Euroliga en el mismo escenario en donde, en 1996, perdiera la final de la entonces Liga Europea ante otro equipo griego, el Panathinaïkós, con el famoso tapón ilegal de Vranković a Montero en unos últimos segundos caóticos e interminables. Si a nivel particular el triunfo del Barcelona representa la culminación de un proyecto institucional, a nivel general significa también la confirmación de que el baloncesto español continúa viviendo su particular “Edad de Oro”, con éxitos tanto a nivel de selección (Mundial 2006, Europeo 2009) como a nivel de clubes (Barcelona en la Euroliga y Power Electronics Valencia en la Eurocopa).

Tras superar durante la competición a otros pesos pesados del baloncesto continental, como el millonario Olympiakós, el CSKA o el Real Madrid, el Barcelona demostró en la noche parisina que su juego está un nivel por encima del resto. Si el 2009 fue el año de la consagración del Barcelona como el Dream Team del fútbol mundial, el equipo de baloncesto parece haber tomado el relevo en este 2010. En el plano personal, el gran triunfador de la noche fue Juan Carlos Navarro, nombrado MVP de la final (el primer jugador español que recibe este galardón en la historia de las finales europeas). “La Bomba” demostró que se crece en las citas importantes y siempre responde: más allá de sus 21 puntos, 5 rebotes y 3 asistencias (23 de valoración), el escolta catalán anotó canastas en momentos decisivos del partido. Mención especial merece también la labor de Xavi Pascual, que a sus 37 años se convierte en el técnico más joven en conquistar una Euroliga.

Se esperaba una final igualada entre dos de los mejores equipos del continente, con un Barcelona que había demostrado su poderío en la Euroliga —con un récord de 19 victorias por tan sólo 2 derrotas— y en la competición nacional —conquista de la Copa del Rey y balance de 30-3 en la Liga ACB— y un Olympiakós que se había reforzado a golpe de talonario con el jugador más caro de Europa (Josh Childress) y una pléyade de estrellas a disposición de Panagiotis Giannakis: el incombustible Papaloukas, los mortíferos Teodosić y Kleiza, y dos de los pivots más determinantes del continente: Bourousis y Baby Shaq Schortsanitis. Sin embargo, la final de París tuvo menos historia de la esperada porque el Barcelona demostró desde el principio una superioridad manifiesta que acabó minando la moral del equipo griego. Teodosić, pese a sus problemas estomacales, protagonizó un comienzo espectacular, con siete puntos que sirvieron para mantener el equilibrio en el marcador (14-13); pero la salida de pista del base serbio, la defensa asfixiante de Grimau y Sada sobre Papaloukas, el poder intimidador de Fran Vázquez (cuatro tapones en el corto intervalo de dos minutos) y la capacidad anotadora de Mickeal (diez puntos en el primer cuarto) hicieron que el Barcelona superara la barrera psicológica de los diez puntos de diferencia (24-13, min. 8). A partir de ese momento, la final entró en una dinámica distinta, con un Barcelona afianzado en su mejor juego de equipo y un Olympiakós que fue desmoralizándose poco a poco, al ver que sus esfuerzos por remontar eran inútiles. Ni siquiera cuando el cuadro griego se puso a cinco puntos en el tercer cuarto (52-47, min. 26) dio la impresión de poder darle la vuelta al partido, tal estaba siendo la superioridad azulgrana en todos los aspectos.

Al descanso se llegó con ventaja del Barcelona por encima de los diez puntos (47-36), pero sobre todo la sensación de que el conjunto azulgrana se encontraba en estado de gracia y tenía el control total del partido. Sin embargo, aún persistía la interrogante de lo que podría ofrecer el Olympiakós en la segunda mitad, teniendo en cuenta que algunos de sus principales referentes (Childress, Kleiza y Schortsanitis) no habían entrado todavía en juego. El inicio del tercer cuarto pareció presagiar, efectivamente, una remontada griega: una bandeja de Childress redujo la desventaja a siete puntos (47-40) y la ruidosa afición del Olympiakós comenzó a hacerse notar. Los de Giannakis endurecieron su defensa con múltiples contactos, dificultando las acciones cercanas al aro y los movimientos para generar juego. En este panorama, Navarro tiró de galones para situar de nuevo la diferencia en diez puntos con un triple-bomba (52-42, min. 24), aunque Childress respondió inmediatamente con otro lanzamiento de 6,25 y una posterior bandeja de Papaloukas apretó el marcador (52-47). Ni siquiera en estas circunstancias el Barcelona le perdió la cara al partido, y tras un parcial de 8-0 se situó de nuevo con una renta tranquilizadora (60-47, min. 27). Víctor Sada, sustituto de un Ricky Rubio que no tenía su mejor día, se estaba revelando como un magnífico director de juego para su equipo. Al final del tercer cuarto se llegó con ventaja del Barcelona de 14 puntos (64-50), aunque el conjunto azulgrana ya no tenía la misma fluidez anotadora que en la primera mitad.

El inicio del último periodo vino a disipar las pocas dudas que quedaban sobre quién sería el vencedor de la final. Ricky Rubio anotó la primera canasta con una jugada “marca de la casa” (robo de balón, contraataque y bandeja), y a partir de ese momento el partido se convirtió en una lucha contra el reloj para el Olympiakós que, entre su propia precipitación en ataque y el silencio significativo de su hinchada, poco a poco fue bajando los brazos. Únicamente Kleiza y Childress veían aro de forma esporádica, argumentos demasiado escasos como para hacer peligrar el triunfo del Barcelona, que conforme avanzaba el cronómetro se reforzaba en su convicción de que sería el nuevo campeón de Europa. Los últimos minutos fueron un auténtico festival azulgrana: un triple de Lorbek estableció la máxima ventaja de todo el partido (86-65), e incluso Lakovič y Trias pudieron entrar en juego para disfrutar de la victoria de su equipo.