Final EuroLeague 2008: Tras un año de paréntesis el CSKA Moscú vuelve a ser campeón

Tras la liga regular viene el TOP 16 con cuatro grupos de cuatro equipos con seis jornadas a disputar y se clasifican los dos primeros de cada grupo a un playoff de cuartos de final a tres partidos previo a la final four.

El Montepaschi Siena ganó por la vía rápida al Fenerbahce Ulker. El primer partido en Italia fue más disputado que el segundo, el cual los toscanos ganaron con un clara diferencia.

El TAU Cerámica como habitual en esta época no falló a su cita anual con la final four, aunque para ello tuvo que sufrir para ganar al animoso Partizan de Belgrado. La serie se decidió en un tercer partido que ganaron fácil los vascos.

Maccabi Tel Aviv volvió a meterse en una final four tras ganar por (2-1) al Barcelona en una serie donde el factor cancha fue clave porque el local siempre ganó su partido.

Otra serie que necesitó de tres partidos fue la que enfrentó al CSKA contra el Olympiacos. Finalmente pasaron los rusos tras endosar un paliza a su rival en el tercer y definitivo encuentro y remontar un (0-1) en contra.

La primera semifinal entre el CSKA y el Baskonia fue muy igualada, los vascos disfrutaron de ventajas hasta el descanso. Luego en el tercer cuarto los rusos empezaron a dominar el partido y supieron mantener sus ventajas hasta el final. A diferencia de otros años el Baskonia siempre tuvo opciones de meterse en la final pero al final no pudo ser. El CSKA superó su síndrome TAU del 2005.

En la otra semifinal un gran Montepaschi Siena tuvo que claudicar ante el oficio del Maccabi. Los toscanos que venían de hacer una muy buena temporada, arrancaron con fuerza para irse rápidamente en el marcador pero poco a poco los amarillos fueron haciendo su partido para remontar y meterse en una nueva final.

En la conmemoración del 50 aniversario de la creación de la Copa de Europa, un equipo de leyenda, el CSKA de Moscú, se ha vuelto a proclamar campeón de la Euroliga al derrotar al Maccabi de Tel Aviv en una reedición de la final de hace dos años en Praga, aunque en esta ocasión no ha habido la misma igualdad de entonces y los moscovitas se han mostrado claramente superiores a sus rivales. Con esta victoria, el CSKA obtiene su sexto título continental (cuatro de la antigua Copa de Europa y dos de la Euroliga), con lo que se queda a sólo dos entorchados de igualar al equipo más laureado del continente, Real Madrid (vencedor en ocho ediciones de la antigua Copa de Europa), y amenaza con igualar e incluso sobrepasar esta mítica plusmarca. Por presupuesto y plantilla, el CSKA está un nivel por encima del resto de clubes europeos, la base del actual equipo ha disputado seis Final Four consecutivas y, tras la anunciada renovación de Ettore Messina —pilar básico en el exitoso engranaje moscovita—, no se vislumbra final a sus éxitos.

El equipo ruso, plagado de talento, dio una demostración de solidez y seguridad sobre la pista del Palacio de Deportes de Madrid. Aguantó las incansables acometidas de un Maccabi pleno de coraje y deseo en la primera mitad e impuso su ritmo y calidad tras el descanso, en veinte minutos de dominio absoluto y brillo de sus innumerables estrellas.

Sabedores de que el juego estático favorecía los intereses de su rival, el Maccabi imprimió una gran velocidad al partido desde el primer minuto, lo que se tradujo en un parcial inicial de 0-5. Una defensa presionante que ahogaba la circulación de balón, un Casspi enorme (7 puntos) y los propios tiros fallados de un nervioso CSKA —Šiškauskas, MVP de la Euroliga, estaba irreconocible— llevaron el regocijo a los casi 7.000 aficionados macabeos que teñían las gradas de un marcado color amarillo. Sin embargo, si algo caracteriza al equipo ruso son sus múltiples recursos y la profundidad de su plantilla. Pese a la inoperancia de Šiškauskas y Holden, el CSKA reaccionó de la mano de Langdon (MVP de la final), que empezó a castigar a su rival desde larga distancia, y el marcador dio un vuelco completo: 16-10. Únicamente el poder interior de Batista y la efectividad del joven Casspi permitieron al Maccabi cambiar la dinámica del partido, salvar el primer cuarto (22-21) e incluso ponerse por delante en el segundo (27-29). Pero fue simplemente una fase transitoria del partido que duró hasta que Langdon volvió a armar su muñeca. Dos triples casi consecutivos del escolta norteamericano del CSKA marcaron un parcial de 11-2 que amenazó con romper el partido (38-31). Sin embargo, un nuevo arreón del Maccabi —más por coraje e ímpetu que por buen juego— permitió a los israelíes igualar de nuevo el partido un par de minutos antes del descanso (38-38), al que se llegó con las espadas en todo lo alto gracias a un postrer triple de Bynum (42-41).

El tercer cuarto empezó con dos triples de Holden, que abrieron una nueva diferencia de siete puntos a favor del CSKA. Sin embargo, más importante que el tanteador fueron las sensaciones y el ritmo que los moscovitas impusieron en el partido. El CSKA parecía haber llevado por fin el encuentro a su terreno, con un juego lento y trabado que favorecía claramente sus intereses. El Maccabi no hallaba soluciones en estático, no lograba posiciones cómodas en el tiro exterior y Vujčić —otrora determinante— estaba desaparecido con apenas dos puntos (los dos primeros del encuentro). En esta tesitura, Will Bynum decidió echarse el equipo a la espalda y esto fue lo que acabó de llevar al Maccabi al desastre. Los de Sherf se olvidaron del juego colectivo y todos los ataques terminaban en aclarados para el potente base norteamericano. El equipo ruso comenzaba a marcar diferencias ya importantes (56-47), en una dinámica de partido que sólo un triple del omnipresente Bynum lograba paliar al final del tercer periodo: 63-57.

El intento de reacción israelí al comienzo del último cuarto fue cortado de raíz por un triple de Šiškauskas, que comenzó a ejercer de líder en el CSKA. Dos tiros libres de Smodiš situaron la diferencia en el marcador por encima de los diez puntos, y un posterior triple del ala-pívot esloveno (que hasta entonces había firmado un partido horrible) certificaron la superioridad rusa a falta de 6’40’’ (71-57). El Maccabi tardó casi cinco minutos en estrenar su casillero en el último cuarto, y cuando lo hizo era ya demasiado tarde. Tras un parcial de 10-0 a favor del CSKA, el marcador pesaba ya como una losa (73-57) y el título apuntaba con claridad a las nutridas vitrinas del equipo ruso. Ettore Messina sabía que tenía medio partido en la mano y dio el mando de la máquina moscovita a Papaloukas, el “reserva de oro”. El base griego terminó de enfriar el partido con su control de balón y el Maccabi, pese a sus constantes esfuerzos con más corazón que acierto, se encontró con la final perdida a falta de dos minutos.