La Penya hizo historia y conquistó su primera Copa de Europa en Tel Aviv, después de la decepción que supuso perder la final de hace dos años en el último segundo. Esto ocurrió en un partido en el que los protagonistas jugaron agarrotados por los nervios, con exceso de presión y miedo a fallar. Incluso jugadores con experiencia en la NBA, como Tarpley, desaparecieron de la pista.

Durante todo el partido hubo una gran igualdad entre Joventut y Olympiakós, con constantes alternativas en el marcador. El conjunto griego empezó muy mal en ataque, fallando nueve de sus diez primeros lanzamientos, lo que permitió a la Penya tomar la delantera (9-4, min. 4), pese a que los jugadores verdinegros también se mostraban bastante erráticos en el tiro. Si el conjunto de Giannis Ioannidis logró que sus rivales no se despegaran demasiado en estos compases iniciales del partido fue sobre todo gracias al poder de su trío interior Paspalj-Fassoulas-Tarpley, que capturó hasta diez rebotes ofensivos en el primer tiempo para dar a su equipo segundas opciones de lanzamiento. Por parte del Joventut, sus problemas radicaban en la escasa aportación de sus aleros, con Villacampa perfectamente marcado por un especialista defensivo como Sigalas (el capitán verdinegro apenas pudo lanzar una vez a canasta) y el hispano-norteamericano Mike Smith con únicamente tres puntos anotados en la primera mitad (un triple en el último segundo que empataba el partido a 39). A medida que el juego interior del Olympiakós se iba imponiendo en la zona, el conjunto griego comenzó a adquirir sus primeras ventajas. Coincidiendo con la ausencia de Villacampa en pista y dos balones perdidos de forma consecutiva por los hermanos Jofresa, el conjunto de El Pireo logró abrir una importante brecha de ocho puntos (16-24, min. 13), aunque la vuelta a pista de un Villacampa más entonado acercó a su equipo en el marcador (32-33), para acabar el primer tiempo con empate a 39 gracias al anteriormente mencionado triple de Mike Smith.

Al comienzo del segundo tiempo, Villacampa volvió a situar al Joventut por delante (41-39), y a partir de ese momento las alternativas se sucedieron en el marcador, con ligeras ventajas de uno y otro. A falta de 6’44’’, el Olympiakós logró situarse cinco puntos arriba (52-57), lo cual, visto lo tremendamente defensivo y trabado del partido, parecía una renta casi definitiva para asegurar la victoria. Sin embargo, el partido aún estaba abierto, dados los continuos ataques fallidos de uno y otro equipo: si bien la Penyaestuvo más de cuatro minutos sin anotar un solo punto (desde un 52-53 a falta de 8’20’’ hasta un 53-57 afalta de 4’09’’), el conjunto griego no le fue a la zaga, y apenas pudo anotar un tiro libre… ¡¡¡en los últimos ocho minutos de partido!!! Paspalj, que había sido el mejor de su equipo en la primera mitad con 15 puntos, no volvió a anotar en toda la segunda parte.

Cuando el partido entró en su fase decisiva, los fallos se sucedieron por parte de ambos conjuntos. Tras unos minutos en los que el marcador no se movió, un triple de Villacampa a falta de 2’02’’ sirvió para dar esperanza a su equipo (56-57). Tras un ataque fallido del Olympiakós, Corny Thompson anotó un nuevo triple a 18 segundos del final que parecía el de la victoria (59-57). A falta de 4,8 segundos, Mike Smith comete falta personal sobre Paspalj. El alero serbio —visiblemente fatigado y desmoralizado tras una nefasta segunda mitad— falla el primer tiro libre del “1+1”, y por el rebote luchan una infinidad de manos. A todo esto, el tiempo parece no transcurrir. Cuando Rafael Jofresa consigue hacerse con el balón, lo lanza sin control hacia delante pensando que el partido había acabado, pero la mesa de anotadores, en un error imperdonable, olvida poner de nuevo en marcha el cronómetro tras el tiro libre de Paspalj, algo que finalmente ocurre cuatro segundos más tarde, lo que permite al conjunto griego lanzar hasta tres veces más a canasta para lograr la victoria (un triple de Tomić con el reloj parado) o forzar la prórroga (con tiros de Paspalj y Tarpley). Finalmente suena la bocina y el partido concluye entre la alegría indescriptible de los jugadores de la Penya, que se abrazan y lloran sobre la pista. Badalona, en esos instantes, era una ciudad enloquecida en la que todo el mundo saltaba a la calle para celebrar la victoria de su equipo.